La felicidad es un estado que todos buscamos lo sepamos o no. Cualquier ser humano pone el deseo de ser feliz en el primer lugar de su lista de aspiraciones. Hacemos cualquier cosa por conseguir esa felicidad pero muchas veces se nos escapa de las manos. Uno de los caminos más cortos para ser feliz es ser capaz de vivir con aceptación aquello que nos sucede. Sin embargo, son pocas las personas que conocen este secreto tan sencillo.
Lo que ya es no puede ser cambiado
Dependiendo de la forma de ser de cada persona la reacción ante diferentes situaciones variará. Las personas más agresivas suelen enfrentar aquello que no es de su agrado intentando cambiarlo. Existen otras personas sin embargo que, ante la misma situación, se resignarán y llevarán «su cruz» como puedan. Tanto en un caso como el otro. la persona sufrirá sin ninguna duda.
Aquel que se lance a la lucha por cambiar una situación sin antes haberla aceptado plenamente, basará su acción en una reacción poco funcional. Así mismo, la persona que se resigna y evita hacer algo, probablemente, se pierda oportunidades que surgirían de la acción si la llevara a cabo.
El ego y su delirio de grandeza
Nuestro pequeño ego vive con la ilusión de controlar su realidad. Debido a ello, se lanza a la conquista del mundo olvidando que su propia creación fue programada sin su participación. El ego cree que el mundo y todo lo que en el sucede debe de obedecer, únicamente, a sus deseos. Desde esa creencia desarrolla su andadura por la materia ahogado en lucha y competitividad con otros egos como él.
Aunque nos cueste darnos cuenta, la realidad que vivimos se desarrolla, en la mayoría de los casos, de maneras distintas a lo que esperábamos. Ante esos inesperados giros del destino el ego se levanta y se enfrenta a lo que está sucediendo o, en muchos casos, simplemente a resistirse porque sí.
Cuando suceden cosas en nuestra vida que contrarían nuestras expectativas, lo mejor es hacer las paces con ellas. Desde la aceptación de aquello que aparece, la acción que llevemos a cabo siempre será más eficaz. En muchas ocasiones confundimos aceptación con resignación. La aceptación nos da un poder que la resignación nos quita.
Aceptar es un comienzo mientras que resignarse es un final.
Detente, observa y acepta
Sea lo que sea lo que acontezca en tu vida el poder de decidir como reaccionas solo lo tienes tú. Las circunstancias pueden ser de los más adversas pero tu decisión de aceptarlas les dará un toque mucho más liviano.
Ante cualquier situación, lo primero que debemos de hacer es pararnos y observar. Esta pausa puede ser un rato de meditación, un paseo o,simplemente, un rato de recogimiento interior. Desde ahí, si aceptamos plenamente lo que está ocurriendo, nos daremos cuenta de nos sentimos con un mayor control de los acontecimientos. La aceptación es la llave maestra que nos lleva a vivir una vida más consciente y más humilde.
El hecho de aceptar la vida como se presenta nos resta protagonismo a la vez que aligera nuestra carga de estar al mando de todo.
Haz un hueco a la aceptación en tu vida y verás como el vivir se convierte en una gran aventura siempre a tu favor.
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