Son muchos los momentos en los que la vida nos exige que tomemos una decisión. Sin embargo, la claridad respecto a cuál es la mejor elección no suele visitarnos en esos momentos. Por ese motivo, cuando estamos indecisos, sin saber que camino tomar, lo mejor es parar, recapacitar y, por el momento, no hacer nada. La indecisión puede ser una buena ocasión para conectar con nuestro interior.

La sociedad del hacer

En una ocasión escuché la siguiente frase: «Si no sabes que hacer, mejor no hagas nada». A lo largo de mi vida, siempre que he empleado esta máxima todo ha ido sobre ruedas.

La sociedad en la que nos movemos contempla con poca simpatía la opción de no hacer nada. Parece que si no estamos en continuo movimiento y actividad no aportamos todo lo que se espera de nosotros. Por este motivo nuestro vivir se torna cada vez más agitado y confuso. Son muchas las ocasiones en las que hacemos las cosas sin saber muy bien por qué. Hay que hacer…. Lo qué sea pero hacer…

Un alto en el camino

Cuando la vida se torna confusa lo mejor que podemos hacer es aprovechar la ocasión para hacer un alto en el camino. Si conseguimos que la actividad a la que normalmente estamos acostumbrados se ralentice, todo comenzará a parecer mucho más claro.

La calma hace que el agua turbia se aclare. Además, desde la tranquilidad, podemos tomar el papel de testigos de la situación que nos preocupa. Desde esa posición se ven mucho más fácilmente todas las opciones y, por lo tanto, escogeremos aquella que más nos convenga con mayor discernimiento.

Pixabay/iKLICK

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No te lances a actuar sin antes reflexionar

Son pocas las cosas que requieren atención urgente en esta vida. Sin embargo, vivimos como si fuera justo al contrario. Parece que todo necesita ser resuelto de manera inmediata. Corremos, corremos y corremos sin preguntarnos el porqué de estas carreras.

En cualquier encrucijada que puedas encontrarte recuerda que antes de actuar es mejor que te detengas. Haz una pausa, respira y tómate todo el tiempo que te sea posible para ver si la respuesta llega a ti. En ese estado de calma es más fácil que la parte de ti que tome partido sea aquella que posee la sabiduría. El pequeño yo, que poco entiende de las razones que tiene la vida para que ocurran las cosas, siempre reacciona de forma incontrolada y poco acertada. Tu verdadero Yo siempre subyace bajo la calma y la tranquilidad esperando a ser escuchado.

Pixabay/Free-Photos

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Todo en la creación lleva un ritmo que hay que respetar. Los seres humanos olvidamos sin querer que esos ritmos existen y así nos luce el pelo. Recuerda, casi nada que valga la pena se hizo de manera apresurada. Ralentiza tu vida, y todo será mucho más fácil.

 


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