La alegría está pasada de moda. Hemos relegado esta bella palabra al olvido y ha sido sustituida por otra palabra parecida pero que no es igual: la felicidad. Podría parecer que ambas palabras son similares. Sin embargo, cada una de ellas nos habla de cosas muy diferentes. Vamos a ver en que consiste la diferencia.
Alegría en momento presente
Cuando yo era una niña la alegría era un estado en el que muchas personas se encontraban de manera natural. Esta alegría no tenía nada que ver con nada exterior a la persona que lo experimentaba. Recuerdo a personas cantando mientras hacían cosas que hoy en día serían consideradas como trabajos pesados y que nadie querría realizar. Sin embargo, esta alegría acompañaba a muchas personas.

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En general, si miramos hacía el pasado es fácil darnos cuenta de que la cantidad de confort y bienestar era menor, según nosotros lo juzgamos en este momento. Pocas gratificaciones eran instantáneas, la vida tenía un ritmo bien diferente. Eran pocas las personas que se pasaban el día corriendo como se hace hoy en día. La forma de entender el mundo era radicalmente distinta. El hecho de no obtener las cosas a golpe de botón, como en la actualidad, hacía que el tiempo tuviera otro significado. Se podía vivir en el presente tranquilamente. Los sueños de futuro no empujaban a la gente hacía la próxima experiencia de manera urgente. En general, no se perseguía la felicidad a cualquier precio. De esa manera, vivir el presente con alegría era algo que muchas personas hacían de manera habitual.
Felicidad, un sueño de futuro
Según nuestra sociedad se fue mecanizando las cosas comenzaron a cambiar. Teóricamente, todo comenzó a ser más fácil y mucho más rápido. Nos vendieron que esa facilidad y rapidez eran grandes ventajas. Pero ¿es esto una realidad?

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La aceleración que caracteriza nuestra forma de vivir nos ha sacado de nuestros ritmos naturales. Esos ritmos, que la naturaleza sigue conservando, son los que nos permiten vivir de una manera armoniosa. Toda ese culto a la velocidad solo ha conseguido movernos de nuestro verdadero centro y hacernos anhelar algo que llegará en algún momento para hacernos sentir bien. Eso algo se ha venido a llamar felicidad. Son muchos los eslóganes publicitarios que nos prometen «alcanzar la felicidad» a cambio de esto o aquello. Pero ¿realmente, la felicidad se «alcanza» o se nos escapa de las manos de manera continua?
Alegría y felicidad de la mano
Si queremos realmente ser felices tenemos que ser capaces de cultivar la alegría. La alegría, esa palabra que huele a primavera, está dentro de nosotros esperando ser descubierta. Sin embargo, mientras que nuestro interés esté puesto en alcanzar la felicidad, la alegría seguirá siendo sofocada y anulada.
El ser humano aterriza en la materia con la alegría integrada entre sus muchas funciones. Es la alegría que acompaña a los niños cuando son pequeños y aún no han sido adiestrados por los adultos. Es la alegría sin causa que sentimos cuando nos hacemos uno con aquello que hacemos. Esa alegría es la verdadera felicidad que nuestra sociedad nos vende con promesas de futuro. Solo de nosotros depende darnos cuenta de dónde se encuentra realmente.

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¡Despertemos del sueño en el que estamos sumidos! Ser feliz es posible pero solo aquí y ahora. La felicidad siempre vendrá de la mano de la alegría de vivir que nos ofrece el momento presente.
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