Hay momentos en la historia y en la vida de toda persona en los que se pierde de vista la normalidad y la cordura. En ciertas situaciones, el dinamismo de la vida y su naturaleza cambiante nos arrebatan la tranquilidad a la que estamos acostumbrados. En todas esas situaciones de incertidumbre es necesario soltar el control y confiar. La vida se desenvuelve con misteriosa perfección aunque no sepamos verlo.

Las ilusiones del pequeño ego

Toda persona encarnada en la tierra se vale de un ego que vive la ilusión de estar al control de casi todo. Desde muy pequeños nos esforzamos por conseguir atención y amor. Estos esfuerzos nos llevan, irremediablemente, a abandonar nuestra singularidad. En la vida de todo ser humano, a partir de cierto momento, se desarrolla la personalidad que nos servirá de vehículo con el que enfrentarnos a los desafíos que se nos presenten. Esa personalidad o ego se sitúa al mando de nuestra vida desde muy temprano. En su sueño de grandeza cree que controla la mayoría de las experiencias que se presentan.

Unsplash/Counselling

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El miedo a perder lo que no es real

Ese pequeño ego del que ya hemos hablado pasa sus días intentando, con uñas y dientes, conseguir y mantener aquello que cree que es mejor para él. Su vivir discurre en continua lucha por controlar y defender aquello que considera real y verdadero. En su delirio, imagina que ahí fuera existen oponentes, competidores y fuerzas que van en su contra. Debido a ello, su vida se convierte en un continuo esfuerzo para conservar aquello que considera sus grandes tesoros. Dentro de esas preciadas mercancías encontramos pertenencias materiales, ideologías, y todo lo que al pequeño ego le de una identidad.

La incertidumbre nos pone a  prueba

No obstante, el ego, que tanto miedo tiene, pocas veces se encuentra satisfecho. Las quejas y la sensación de insuficiencia suelen empujarle continuamente a intentar conseguir más de lo que sea. Afortunadamente, la Vida, en su infinita sabiduría, tiene a bien otorgarnos diversas «llamadas de atención» para que podamos dejar de mimar a ese ego y dirigir la mirada hacia lo que realmente importa.

Todas las situaciones que representan variaciones en nuestra manera de vivir nos sirven para reflexionar y darnos cuenta de la poca importancia que tiene nuestro ego y todo lo que le rodea. Ante momentos de grandes crisis, no nos queda más remedio que rendirnos a la pequeñez de esos personajes que pensábamos que tenían todo el control. Cualquier ocasión que nos provoque incertidumbre nos facilita la comprensión profunda de que no controlamos casi nada.

Es tiempo de conectar con nuestro interior

Ante los momentos de crisis de cualquier índole es absurdo luchar y seguir intentando tener todo controlado. Una vez que la vida nos regala situaciones de incertidumbre lo mejor que podemos hacer es aceptar aquello que sucede y reflexionar. La reflexión ha de ir hacía dentro, hacía la sabiduría innata que nos habita. En nuestro interior yace la verdad que nos habla de confianza en cada uno de los procesos de la vida. Solo allí podemos vislumbrar la adecuación de cada situación aunque no podamos entenderla.

Pixabay/quangle

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Vivimos momentos de agitación. La mejor manera de afrontarlos es desde la serenidad y la confianza. La Vida tiene sus razones y nada ocurre por casualidad. Todo está perfectamente orquestado y, aun en medio de grandes turbulencias, todo tiene un por qué y un para qué que siempre persigue el mayor bien.


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