En general, los seres humanos nos esforzamos por evitar el sufrimiento. En la educación en polaridad que hemos recibido se nos ha enseñado a buscar «lo bueno» y evitar «lo malo». Lo que no nos gusta es lo malo y lo que nos gusta es lo bueno. De esta manera, nuestro vivir se desarrolla en la creencia que el sufrimiento no es necesario. ¿Es esto cierto? ¿Somos capaces de crecer y evolucionar solo a base de placer, paz y alegría?

Olvidamos el agradecimiento.

Los adultos, habitualmente, tendemos a dar las cosas por sentado. Nos cuesta ver la novedad que cada momento encierra y por eso no lo valoramos. Tenemos la impresión de que nada cambia y, a la vez, buscamos de manera continua lo nuevo. De eso saben mucho los expertos en marketing y publicidad. Esta actitud nos hace olvidar la importancia de apreciar y agradecer lo que a cada momento sucede.

La ilusión del control

La vida, en su infinita sabiduría, se desarrolla de manera perfecta y equilibrada. Sin embargo, nosotros creemos que tenemos que controlar lo que sucede. Para ello nos ofuscamos en perseguir aquello que creemos que es mejor para nosotros. Ponemos toda nuestra energía en esa búsqueda creyendo que eso nos dará la felicidad. Sin embargo, cuando aquello llega, se nos escapa de las manos y pocas veces sabemos disfrutarlo de verdad.

Apreciar lo que sucede

El grado de satisfacción que experimentamos en la vida depende en gran medida de cómo interpretamos lo que nos sucede y de la atención que ponemos en esos sucesos. Habitualmente, le damos nula importancia a los hechos que nos producen bienestar. Son pocas las personas que se levantan cada mañana agradeciendo un nuevo día.

Unsplash/Joshua Earle

Unsplash/Joshua Earle

Cuando estamos enfermos prestamos mucha atención a nuestra enfermedad y al sufrimiento que nos provoca. Toda nuestra atención se centra en la esperanza de que aquello pase y en los síntomas que nos obligan a cambiar nuestro vivir. Nos quejamos y lamentamos de la situación todo el tiempo que dure. Sin embargo, cuando nos recuperamos, la alegría de estar sanos no nos dura más allá de un par de días. ¿Quién se levanta de manera habitual con verdadera alegría de sentir salud? ¿Quién disfruta verdaderamente de la ducha o del desayuno cada mañana? Pocas personas… Lo normal es no valorar ni poner atención en lo que sí nos va bien.

Sufrir nos empuja

Cualquier tipo de sufrimiento supone un alto en el camino. Da igual si hablamos de una enfermedad, una ruina económica o la muerte de un ser querido. El caso es que cualquiera de estas situaciones nos obliga a detener nuestro vivir inconsciente y nos lleva a plantearnos cosas que, de manera natural, nunca nos plantearíamos. Después de cualquier situación de estas características nuestra visión del mundo y de la realidad cambia en gran medida.

Unsplash/Luis Galvez

Unsplash/Luis Galvez

Entonces, si el sufrimiento es el impulsor del crecimiento personal y de la mayor consciencia, ¿es esta la única forma de crecer? La respuesta es un rotundo no. Solo necesitamos aminorar nuestra velocidad y aprender a disfrutar de lo que vivimos cada día con atención plena. Cuando vivimos plenamente en el momento presente, la vida se nos revela mágica y perfecta y la necesidad de que aparezca el sufrimiento desaparece.


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

× ¿Cómo puedo ayudarte?