Vivimos en un mundo de ruidos y estímulos continuos. Nos hemos acostumbrado a ello sin darnos cuenta. En las grandes ciudades la gente camina pérdida en sus pensamientos y parece no darse cuenta del desequilibrio acústico que predomina. Sin embargo, en lo más profundo de nosotros, reina el más absoluto silencio. En esa ausencia de estímulos auditivos se encuentra nuestra esencia a la que sofocamos sin darnos cuenta.

Contaminación acústica

Son muchas las personas que necesitan que haya ruido a su alrededor. Vivimos inmersos en la contaminación acústica que nos acompaña de igual manera que la contaminación atmosférica, sobre todo en las ciudades. Nos hemos habituado de tal forma que casi nadie es consciente de que eso perturba nuestro equilibrio. Una buena manera de darnos cuenta es observar el incremento de patologías derivadas del estrés en nuestra sociedad.

Pixabay/Jwvein

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Aunque parezca una exageración, el ruido puede matar. Según informó la Agencia Europea de Medio Ambiente, 10.000 personas mueren cada año por efectos derivados del ruido. Nuestro cerebro se pone en alerta al recibir incluso los ruidos más pequeños. El sistema cardiovascular y el sistema inmunológico se alteran sensiblemente ante la presencia de los mismos.

Silencio exterior

Según afirma el doctor Qing Li, algo tan sencillo como pasear por el bosque previene la enfermedad. Sus investigaciones le han llevado a afirmar que un paseo de este tipo reduce la tensión arterial, mejorando así la salud de nuestro corazón. Así mismo, los niveles de azúcar en sangre se equilibran y mejoran la memoria y la concentración.

La naturaleza y el silencio que la envuelve son una de las mejores terapias y completamente gratis. Simplemente, con estar cerca de un paisaje natural ya obtenemos sus efectos terapéuticos. Se ha comprobado que tras una intervención quirúrgica la recuperación es mucho más rápida solo con que  la habitación del paciente tenga vistas a algún paisaje natural. Solo con la mirada desde la habitación los efectos positivos son reales.

Silencio interior

Los estudios del neurocientífico Michel Le Van Quyen, le han llevado a afirmar que nuestro cerebro necesita el silencio. Ese silencio cerebral es necesario para la construcción de la persona, la memoria y la creatividad. Según explica Le Van Quyen, nuestras neuronas aprovechan los momentos de silencio para reproducirse,

Muy a menudo lo que más trabajo nos cuesta es encontrar la manera de provocar el silencio en nuestro interior. Cerrar los ojos e ir hace adentro es una práctica altamente saludable. Con este sencillo gesto nuestras ondas cerebrales se ralentizan. Esto es debido a que el parpadeo, además de para humedecer los ojos, sirve para dar descanso a nuestro cerebro. De ahí que la práctica de la meditación ya sea reconocida como altamente beneficiosa para cualquier persona.

Vivimos en una sociedad que se caracteriza por la atención dispersa. La continua información y todo tipo de distracciones e interrupciones son nuestras continuas compañeras. Todo ello agota nuestro cerebro porque provoca sobrecarga cognitiva. ¡Necesitamos hacer un hueco a pequeños espacios de silencio cada día!


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