Desde niños se nos ha enseñado que lo normal equivale a lo correcto. Es muy posible que en nuestra psique más profunda tengamos grabado que debemos acercarnos a la normalidad del grupo para ser aceptados. La palabra normal siempre habrá de ser contemplada desde un nivel subjetivo ya que dependerá del contexto donde se aplique. Lo que es normal en un sitio puede no serlo en otro. Paradójicamente, la necesidad de pertenencia coexiste con la necesidad de individuación. Entonces ¿es mejor ser normal o ser diferente?
Lo normal no es lo mejor
Como ya hemos dicho, desde muy pequeños entendemos que seguir la normalidad es lo mejor, lo más sano. En esta forma de pensar ha influido mucho la psicología dando demasiada importancia a lo que es normal y a lo que no. Es muy habitual que aquello que se sale de la norma sea etiquetado de patológico. Sin embargo, lo normal no tiene por que ser necesariamente bueno ni sano.
Por supuesto, el hecho de saber adaptarse a las situaciones y al entorno es un síntoma de estabilidad mental. No obstante, cuando hacemos de la adaptación la única necesidad, es posible que nos haga sufrir. Son muchas las personas que se exceden en la adaptabilidad en un intento de obtener aprobación y cariño aunque vayan en contra de su naturaleza más profunda. Esto no implica ni más felicidad ni más salud. Muy al contrario, negarse a uno mismo puede conducirnos a sentir que nos traicionamos.
Menos normalidad y más individualidad
Llegar a un equilibrio entre ser uno mismo y conseguir cierta adaptación social no es asignatura fácil. Sin embargo, llegar a ello te llevará a sentirte emocionalmente bastante equilibrado. Para conseguirlo, lo primero que necesitamos es conocernos y permitirnos ser quienes somos. Una vez conseguido esto habrá que practicar cierta flexibilidad a la hora de adaptarnos socialmente.
Son muchas las personas que confunden lo normal con lo habitual. Si reflexionamos detenidamente, nos daremos cuenta de que en nuestra sociedad hay muchas cosas que suceden de forma habitual que no son normales aunque nos hayamos adaptado a considerarlas así. Es muy posible que estas cosas tan «normales» ni siquiera sean correctas.
En definitiva, intentar acercarse demasiado a la supuesta normalidad puede esclavizarnos y acallar nuestra esencia. En nosotros está la capacidad de mostrar nuestra valiosa individualidad tan necesaria para crear la diversidad que caracteriza a la vida en el planeta.
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