La compasión nos facilita el entendimiento y la comprensión hacía el sufrimiento ajeno. En muchas ocasiones este término se confunde con pena o empatía que no son lo mismo. Además, la práctica de la compasión hacía los demás suele resultar algo más fácil que sentirla por nosotros mismos. La realidad es que si no sentimos compasión por nosotros mismos, es difícil que seamos compasivos con los demás.

Son muchas las personas que se autocritican con frecuencia y que ponen demasiada atención en los posibles errores que pudieran cometer. Esta forma de relación con uno mismo es una pesada carga que puede aligerarse con un poco de compasión.

Pixabay/joojoo41

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La compasión nos aleja del sufrimiento

A lo largo de nuestra vida reaccionamos de diferentes maneras ante determinados acontecimientos. Casi siempre, nuestra manera de actuar viene marcada por las creencias que forman nuestra manera de mirar la realidad. Podríamos decir que, en muchas ocasiones, nuestra reacción es algo automático que se produce sin nuestro control. Después, si los resultados no son los deseados, decimos que cometimos un error. A partir de ahí, desplegaremos todo tipo de críticas o castigos inconscientes intentando pagar por ese error. Sin embargo, si somos capaces de ofrecer otra mirada a este tipo de situaciones, haremos un buen ejercicio de inteligencia emocional.

Unsplash/Mor Shani

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Autocompasión

Tradicionalmente, la compasión por uno mismo se ha relacionado con sentir lastima hacía la propia persona. En la actualidad las cosas han cambiado. La investigadora Kristin Neffuna gran estudiosa de la autocompasión, explica los tres componentes de la autocompasión:

  1. La amabilidad: consiste en la comprensión y compasión dirigida hacía uno mismo cuando se siente incompetente, inadecuado, etc
  2. Humanidad compartida: se trata de procurar revertir la tendencia al aislamiento cuando sufrimos y entender que todos los seres humanos pueden pasar por lo mismo. La comprensión de que el dolor y el sufrimiento son parte de la experiencia humana nos ayuda a compadecernos de nosotros mismos.
  3. Observación sin apego: gracias a técnicas como el mindfulness podemos observar con cierta desidentificación nuestra experiencia. La perspectiva del observador nos permite expresar el dolor sin reprimirlo y sin identificarnos con él.

Una persona que practica la compasión consigo misma es imposible que no sea compasiva con los demás. Si recordamos aquella frase que se dijo hace mucho tiempo: «Ama a los demás como a ti mismo», nos daremos cuenta de que uno mismo está en primer lugar.

Unsplash/Graca Assane

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Para lograr vivir una vida en paz y con bienestar necesitamos modificar la forma en que nos tratamos a nosotros mismos. Urge decir adiós al juez que vive en nuestro interior. Siempre actuamos lo mejor que sabemos dadas las circunstancias. Con esa mirada comprensiva, nuestro camino se tornará mucho más fácil y llevadero.


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